sábado, 12 de septiembre de 2009

Aprender a hablar requiere que las personas (niños, jóvenes y adultos) puedan asumir distintas posiciones: el que contesta, el que formula la pregunta, el que explica, el que plantea cuestionamientos, el que resume, el que informa, el que concluye, etc. En pocas palabras: el que reelabora lo escuchado y lo integra a su propio discurso. He aquí el trabajo constante del docente, permitir estos espacios para la construcción de la oralidad. “Es sabido que mientras las preguntas directas inhiben, los gestos y sonidos de asentimiento, las reformulaciones de lo dicho por el otro o la mirada atenta y paciente de quien escucha incitan a quien tiene la palabra a explayarse” (Ruiz, 1997).

En relación a los modos más exitosos para suscitar el habla de los alumnos en educación primaria, Joan Tough (1989) da cuenta de varias estrategias discursivas usadas por el profesor en el diálogo con sus alumnos. Estas estrategias sirven tanto para vehicular los contenidos de la enseñanza-aprendizaje, como para dar a los estudiantes experiencias de razonamiento, ayudándoles en el uso cada vez más ajustado de la lengua en la comunicación oral del aula. Trata con ello de enseñar a los profesores a actuar como buenos cooperantes de la comunicación de sus alumnos. Las estrategias que ella propone son las siguientes:

1. Estrategias de orientación, que ayudan al niño a centrar el tema sobre el que quiere hablar: “Cuéntame qué has hecho”, “¿Qué problemas tienes?”

2. Estrategias de facilitación, dirigidas a profundizar en los temas suscitados con anterioridad.

3. Estrategias informativas, el profesor aporta información nueva sobre el tema que tratan, por medio de breves resúmenes, descripciones, historias, analogías, contrastes o argumentos.

4. Estrategias de apoyo, dirigidas a dar seguridad a los niños, a valorar sus esfuerzos y animarles a continuar desarrollando su pensamiento. Con frecuencia no son orales, sino físicas, gestos, miradas de aprobación, etc.: “Ya veo, muy bien, sigue” ”¿Lo has hecho tú sola?” “¡Qué bien!”

5. Estrategias de finalización, destinadas a avisar del fin de la comunicación o del tema. Aseguran al alumno que el corte que va a producirse no se debe a una falta de interés en él o en su trabajo: “Eso es, claro. Bueno, mañana tendrás que continuar”, etc.

Otra estrategia muy útil para el análisis de la expresión oral (y que se convierte en la columna vertebral de nuestro trabajo de investigación) es la de grabar una clase con el grupo total de estudiantes para observar y sobre todo, para reflexionar colectivamente sobre el uso de la palabra que hacen profesor y estudiantes. Resulta una experiencia interesante para los niños grabar las conversaciones que tienen con sus compañeros en torno a una tarea, a fin de comprobar hasta qué punto aplican estrategias que fomentan pensamiento y habla reflexiva por parte de ellos mismos o son, por el contrario, más frecuentes aquellas dirigidas a evaluar sus conocimientos. De estas comprobaciones se pueden extraer reflexiones interesantes para la propia práctica del lenguaje en el aula (trabajo metaverbal).

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